¿Conoces la historia de la mermelada?
Es muy probable que te encante la mermelada en una tostada, o también como ingrediente de un postre. Sin embargo, quizá no conozcas cuál es su historia o cómo ha evolucionado a lo largo de los años. Te lo contamos ya.
¿Quién inventó la mermelada?
Resulta complicado dar un nombre o quedarse con una única fecha. Lo que sí es cierto es que en yacimientos arqueológicos egipcios se han encontrado ánforas con mermelada. Algunos hallazgos confirman que Ramsés II El Grande, un famoso repostero egipcio, contaba con recetas en las que incluía la mermelada como ingrediente. El objetivo primordial era mantener la fruta durante más tiempo sin que perdiera su sabor. Así, un método de conservación tan eficaz se convirtió en una opción casi irrenunciable para los amantes de la repostería. Respecto a la primera receta de la que quede constancia la encontrarás en el libro de Apicio De re coquinaria redactado en el siglo IV. En este caso, la receta se basa en triturar membrillo y mezclarlo con miel (un ingrediente barato en aquella época e ideal para mantener al margen las bacterias). La revolución en lo que a su preparación se refiere se produjo entre el siglo III y IV por parte de los persas. Ellos sí disponían de azúcar en el siglo VI y a partir de su invención se sentaron las bases para crear tan deliciosa confitura.
El origen murciano
Así lo confirman los distintos legajos encontrados en la comunidad. Concretamente, fue en su obra Relieves de las mesas (1213) donde Ibn Razin al-Tuyubi habla de la mermelada, pero considerándola una oblea que se rompía y se tomaba con pan o sirope. A partir de ahí, se generalizó el término para la mezcla de frutas exclusivamente. Las fresas fueron de las frutas más usadas al ser muy sensibles a la oxidación. Además, incorporan una cantidad de fructosa muy interesante que ayuda a equilibrar su acidez.
La expansión de la mermelada
Fueron las Cruzadas los que dieron a conocer el uso del azúcar, pero se trataba de un ingrediente muy caro que solo podían costearse los nobles. No en vano, a finales del siglo XVIII fue Luis XIV uno de los principales valedores de la mermelada como sinónimo de lujo y refinamiento. Él mismo la servía en Versalles y alardeaba de que las confituras tenían como ingredientes principales las frutas de sus jardines. También la británica reina Victoria la utilizó para la receta del bizcocho homónimo. En la actualidad, puedes encontrar en Buckingham una mermelada de fresas como guiño a la mencionada monarca.
Nostradamus y su mermelada especial
El famoso profeta no dejó de contar con la confitura como elemento indispensable en uno de sus tratados. En el año 1555 redactó la receta de la mermelada del amor que, presuntamente, enamoraría a cualquier mujer. Sus ingredientes eran la sangre de siete gorriones machos, minerales y manzanas de mandrágora.
La evolución de la mermelada
Al no haber demasiados posibles, se solía preparar sin azúcar, pero a partir del siglo XVIII se incorporó este ingrediente gracias al contacto con las provincias de ultramar españolas. Ello provocó que se entendiera el producto como colonial. Durante el siglo siguiente, con la generalización del consumo de azúcar, se consiguió que fuera habitual en las mesas de los trabajadores de la Revolución industrial. Su aporte de glucosa y vitaminas contribuyó a su éxito.
Nuevas preparaciones y sabores
Tras la de fresa, fue la de melocotón la más utilizada tanto por exceso de producción como por la versatilidad de este tipo de fruta. No podemos obviar que se han ido incorporando todo tipo de sabores ácidos como el del mango. El empleo de la naranja agria como ingrediente, en distintas ciudades españolas se cosechan las que se recogen en los naranjos situados en la calle en varias ocasiones al año, supuso todo un revulsivo para una forma de comer fruta ideal.
¿Cómo se hace la mermelada?
La textura procede de la mezcla de la fructosa y la pectina (el azúcar natural de la fruta) con el azúcar añadido. Cuando la mezcla tiene un 65 % de azúcar se lleva a 65º y se comprueba que el nivel de acidez y de pectina no supere el 1 %. Se trata, en definitiva, de cortar la fruta, de añadirle azúcar y de ponerla en agua ligeramente caliente durante un tiempo. Es recomendable ir moviendo progresivamente el preparado para que adquiera el punto más adecuado.
Las tendencias más actuales
A las clásicas se le han añadido otras como la de tomate, la de manzana con canela e incluso hay opciones con vino tinto. Nosotros apostamos en nuestra tienda por sabores como la frambuesa, la calabaza, o los arándanos con albahaca y limón. Las de frutos rojos son también recomendables para acompañar carnes y pescados. Además, incluyen antioxidantes que limpian las vías urinarias y previenen los síntomas de las infecciones. Respecto a la de calabaza, es muy aconsejable para completar cualquier guiso y también para hacer preparados diversos. Su sabor dulce es de los más fácilmente reconocibles y de los más versátiles para que pruebes recetas diversas.
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